¿La jornada?: vaya, de esas perrunas. De esas en las que el ánimo no acompaña y el tiempo ayuda poco teniendo que hacer un esfuerzo para coger la bicicleta. Aún así allí estábamos.
Hacia el páramo de La Parrilla
Las lluvias habían sido abundantes en los días previos por lo que había que buscar caminos con buen drenaje y sin demasiada arena. Comenzamos el pedaleo en Herrera de Duero, nos acercamos hasta el puente “pratt” sobre la vieja línea del ferrocarril de Ariza y tras saludar al Duero enfilamos hacia el páramo entre los pinares de Tudela para subir a La Parrilla por el Barco de Santino.
¡Un poco de pedaleo y ya perfectamente entonados!
En el camino un estruendoso ruido de ocas nos llevó hasta una granja donde encontramos una buena colección de animales entre los que llaman la atención camellos y dromedarios sobre el fondo de pinares entre los que parecían bien adaptados.
Gracias a la cuesta entramos en calor y así atravesamos el Pinar de Ontorio y nos acercamos hasta la cabecera del barco donde debería de estar la fuente de Valdalar, pero ésta ya había desaparecido como tantas otras; matas de junco y zarzas indicaban el lugar donde pudo encontrarse su arca.
Sobre la llanura encontramos la recia localidad de La Parrilla, recorremos algunas de sus calles que nos muestran un hermoso caserío de piedra bien cuidado y su iglesia gótica de Santa Maria de los Remedios donde nos entretenemos en su curioso pórtico cuyo arco ojival acoge inscrito otro carpanel en su interior. Habíamos visto justo el efecto contrario en San Pedro de Langayo. Claro está: sobre gustos….
Por las laderas hasta el Calvario de Portillo
Dejamos La Parrilla entre las bodegas de la Cuesta de los Moros para dirigirnos hacia Portillo por los caminos que recorren las laderas de Navalcorzo. Curiosamente encontramos un enorme tráfico de vehículos. Quizás buscadores de setas.
Para quitarnos estos «atascos» dejamos la pista forestal y subimos hacia Portillo atravesando el Pinar de las Arenas. Llegando a la Fuente del Pilón, también seca, encontramos una abrigada para dar cuenta del bocadillo en un precioso paraje de huertos de frutales y viñas entre los que relucían el ocre amarillo de los nogales, especialmente cuando salía el sol.
Llegamos a Portillo y de allí nos acercamos a su espléndido mirador del Pico del Calvario desde donde se podía divisar un horizonte pinariego nítido bajo las nubes y una hermosa panorámica del Raso de Portillo y las aldeas de lo que fue la Tierra de Portillo.
Bajamos la cuesta del Calvario y tenemos que frenar de repente ante la monumental Cruz del Pelícano que nos sorprende casi al llegar a la carretera. No podemos por menos que detenernos a contemplar el crucero gótico, exquisitamente esculpido, que parece sacado de tierras gallegas y al que le falta el remate que cuentan debió ser un ave —¿un pelícano?—que ha debido de volar.
Y una rodada final por el Raso
Desde el Arrabal de Portillo nos acercamos hasta el pago del Molino y después a La Aceñica. Mi compañero, buen conocedor de estos caminos, echa de menos las ruinas del molino que por aquí estaba no hace tanto. Ahora los pocos álamos que había yacen junto al arroyo que con las lluvias recientes corre con brío y ni de molino de ni aceña queda rastro alguno excepto la zanja de lo que pudo ser el socaz.
El Raso de Portillo es una comarca llana que fueron tierras empantanadas solamente aptas para el pastoreo hasta que se drenaron por motivos sanitarios con una red de canales allá en el XIX transformándose en tierras de labor. Ahora junto al Arroyo del Molino encontramos un pequeño espacio lagunar artificial que evocan aquellos paisajes y en el que encontramos una buena cantidad de anátidas aunque la vegetación apenas ha prosperado y no estaría de más repoblar de nuevo.
Seguimos nuestro camino sin prisa, con un ojo vigilamos los abrojos y el otro lo dedicamos al paisaje. A medida que la tarde va cayendo nos acercamos hasta la villa de Aldeamayor de San Martín. Hacemos parada en su ermita de San Roque junto al viejo cementerio y desde allí de nuevo hasta Herrera de Duero.
Bajamos a saludar a nuestro río y lo vemos brincando alegremente sobre los restos del azud de la aceña que aquí hubo antaño mientras disfrutamos de los últimos rayos de sol que ya solo llegaban a acariciar las copas doradas de los álamos más altos.
Para quien se anime: ruta de wikiloc