Recomendaciones

El tejo común o tejo negro, es una especie del género Taxus originaria de Europa occidental, central y meridional. Es una gimnosperma de la familia de las Taxáceas, grupo primitivo ampliamente difundido ya desde el Jurásico y del que actualmente el tejo es el único representante europeo.
Aunque está presente en la mayor parte de las montañas de la Península Ibérica y en la isla de Mallorca, actualmente resulta muy escasa.
Es más fácil de encontrar en la Cordillera Cantábrica, principalmente en los macizos calizos y en las orientaciones umbrías, normalmente entre los 500 y 1.500 m de altitud; y, por lo general, lo que se ven son ejemplares aislados o dispersos.
En realidad en España no hay bosques de tejos en sentido estricto, sino que son parte integrante de los bosques de hayedos, junto con acebos y pocas especies más, ya que las hojas de las hayas dan mucha sombra y crean un ambiente muy sombrío que no favorece el crecimiento de otras especies.

“El árbol de la vida y de la muerte”
Además de su interés natural, el tejo es una especie que tuvo una consideración muy particular desde la antigüedad debido, probablemente, a su longevidad y toxicidad. Junto con el olivo el tejo es uno de los árboles más longevos de Europa, conociéndose ejemplares que sobrepasan los 2.000 años; así que, en cierta sentido, el tejo era considerado el “árbol de la vida”.
Pero el tejo también era el “árbol de la muerte”, puesto que tanto sus semillas como su hojas, ramas y raíces, son muy tóxicas debido a un alcaloide llamado “taxina”.
Cuentan los historiadores romanos que los cántabros, y también algunos pueblos de la Galia, utilizaban el veneno del tejo para quitarse la vida cuando se sentían demasiados viejos para luchar, o bien antes de rendirse a sus enemigos, como sucedió durante las Guerras Cántabras en el Monte Medulio (según las fuentes clásicas, el lugar en dónde transcurrió la batalla de los últimos guerreros galaicos, cántabros y astures en el año 22 a. C.).
Pese a su toxicidad, el taxol extraído de la corteza del Tejo del Pacífico (Taxus brevifolia), está siendo utilizado actualmente en algunos países, como en EEUU, como un potente anticancerígeno.
Además de estas cualidades que le confieren un carácter mítico, el tejo también era muy apreciado por la calidad de su madera, muy usada antiguamente para la fabricación de arcos, lo cual contribuyó en gran medida a la regresión de la especie.
La Tejeda de Tosande
La Tejeda de Tosande es una de las concentraciones de tejos más destacadas de la península, situándose en el interior del Parque Natural Fuentes Carrionas y Fuente Cobre-Montaña Palentina, concretamente en la Sierra de la Peña, en el término municipal de Dehesa de Montejo.
La Tejeda se ubica en la vertiente norte de la Peña Horadada u Oracada (1818 m), en el Valle de Tosande, en cotas comprendidas entre los 1300 y 1500 m de altitud, sobre un sustrato calizo paleozoico.
Los tejos se encuentran integrados dentro de un extenso hayedo, de modo que las hayas ocultan la Tejeda en los meses no invernales, pues solo a partir de otoño, después, de la caída de la hoja de las hayas, se descubre el verde oscuro y perenne de los tejos.

La excepcionalidad de la Tejeda de Tosande se debe, por un lado, al elevado número de tejos que la componen, en concreto hay 743 ejemplares inventariados; y por otro, a que en su mayoría son árboles muy viejos, existiendo ejemplares que superan los 145 cm de diámetro, dimensiones que se corresponden con árboles de una edad aproximada al milenio.
Así pues, se trata de una concentración excepcional de tejos que constituye uno de los tesoros de la Montaña Palentina.
En el norte de Castilla y León, lo mismo que en Galicia, Asturias y Cantabria y otras regiones de la Europa Atlántica, existía la costumbre de plantar un tejo al edificar una iglesia o palacio, y también en los cementerios, encontrándose muchos ejemplos de tejos centenarios.
DESCRIPCION DE LA RUTA
Iniciamos la ruta junto a la carretera C-626, donde se ha habilitado un aparcamiento con espacio suficiente para aparcar un buen número de vehículos.
En el aparcamiento localizamos el primer panel indicativo de la ruta y, junto al mismo, un jardín interpretativo de las especies que nos vamos a encontrar durante el recorrido por el Valle de Tosande.

Merece la pena dedicar unos minutos a la visita de este jardín ya que, la lectura de los diferentes carteles colocados durante su corto pero muy interesante recorrido, nos permite hacernos una idea de las características de este singular enclave de la montaña palentina.
Desde este punto, el sendero desciende con vistas, al fondo, del Valle de Tosande; atravesamos la vía del ferrocarril Bilbao-León y, tras superar una zona abierta, nos introducimos en una estrecha garganta por la que discurre el sendero encañonado entre las laderas de la Peña Horadada u Oracada (1819 m, a la izquierda) y de los Picos del Roblillo y de las Cruces (1559 m, a la derecha).
La senda, siguiendo el cauce de un pequeño arroyo, se adentra en un profundo robledal en el que debemos atravesar diferentes pasos que impiden que el ganado deambule libremente.

Al final el valle se abre y a la izquierda localizamos, bajo la Peña Horadada, un espeso hayedo en cuya parte superior se localiza la Tejeda de Tosande, que la vegetación nos impide vislumbrar (siguiente fotografía).

Nos adentramos en el hayedo e iniciamos una pronunciada subida a través de un sendero bien definido, que discurre por un terreno muy blando, mullido, debido a la acumulación constante, otoño tras otoño, de las hojas secas de las hayas.

El sendero gira hacia el sureste y asciende en diagonal a las curvas de nivel, ahora con menos pendiente, hasta que localizamos los primeros ejemplares dispersos de tejos y un poco más adelante la Tejeda.
La concentración de tejos de este lugar es impresionante; da la sensación de que nos encontramos en un bosque mágico, de árboles muy viejos y una extensa ramificación, a modo de múltiples brazos que parecen atraparnos.

En esta zona, la senda discurre por un trazado con escalones de madera, perfectamente delimitado, sin pérdida posible.

Se trata de un tramo en el que no está permitido transitar fuera del mismo y en el que se ruega un comportamiento discreto y silencioso, con la finalidad de conservar la Tejeda y no molestar a las numerosas especies de animales que habitan en esta zona, como ciervos, corzos, mirlos, zorzales…
En este tramo el sendero se bifurca y se puede seguir por la izquierda o por la derecha o, incluso realizar un círculo completo, ya que al final se unen los dos ramales del mismo.

Tras salir de la Tejeda, alcanzamos el punto más alto del recorrido (cota 1410 m), en una zona despejada en la que localizamos un mirador con esplendidas vistas sobre el Valle de Tosande y, en el horizonte, de la Montaña Palentina.

Desde el mirador, el sendero desciende con fuerte pendiente y se introduce en un hayedo, finalizando en el fondo del valle, donde conectamos con el camino de la ida y realizamos el regreso hasta el punto de partida.
Una ruta imprescindible, de las que no te puedes perder si visitas el norte de Palencia.
Ignacio.ds