MIGUEL ANGEL GUADILLA
La creación del convento fue promovida por María Manrique, con el fin de acoger a las novicias de familias nobles. Pero la fundación la llevó a cabo su hija Elvira de Benavides y Manrique en 1488, que fue la primera priora.
El Papa Inocencio VIII otorgó una bula autorizando la construcción de la iglesia, claustro, refectorio, dormitorios, otras dependencias y huerta. El convento se edificó en los terrenos de unas casas que fueron del Obispo de León, Luis de Velasco.
Con el tiempo, junto a las tapias del convento creció el barrio judío de la ciudad, que desde tiempo atrás se encontraba en la zona de la Plaza de San Nicolás.
La iglesia actual, que sustituyó a la primitiva, es del siglo XVII y fue realizada por el arquitecto Pedro de Mazuecos. Es de una sola nave con bóveda de cañón con lunetos, consta de tres tamos y la capilla mayor. Tiene coro alto y coro bajo.
Sus fundadores Antonio Cabeza de Vaca y su esposa María de Castro, están representados en sendas estatuas orantes del escultor Pedro de la Cuadra.
El retablo, de estilo clasicista, tiene cuadros del pintor Diego Valentín Díaz, y las tallas eran de Pedro de la Cuadra.
La capilla mayor es casi cuadrada, se accede a ella por un arco triunfal, y está cubierta con una cúpula con ocho lunetos con ventanas. En el exterior se resuelve con un cimborrio de planta octogonal.
En la iglesia hay dos sepulcros: Uno del Licenciado J. Acacio Soriano, obra en alabastro del escultor Matías Roldán, y, al parecer, el otro sería de Juan de Juni, enterrado a los pies de un Cristo crucificado de tamaño natural, obra del propio escultor.
El coro, tan amplio como la iglesia, conserva su arquitectura original, con una gran bóveda gótica y la sillería de nogal de estilo clasicista.
El claustro del siglo XVI es de dos pisos, tiene columnas octogonales con capiteles de estilo gótico, pero los arcos y su decoración muestran ya un estilo plateresco.
Hay que destacar por su calidad los antepechos que cierran las arcadas.
Los paneles de la planta baja son de balaustrada renacentista, y los del piso superior son góticos y platerescos, de tracería calada y todos ellos diferentes.
Son de destacar las bóvedas renacentistas y el zócalo de azulejería de Talavera del refectorio.
Muchos vallisoletanos recordaran esta parte del convento, en la que se podía admirar en Semana Santa el Cristo Yacente, hoy en San Pablo, con las religiosas de clausura en la penumbra
Entre las obras de arte que había en su interior hay que destacar: el Cristo crucificado de Juan de Juni, un Cristo Yacente de Gregorio Fernández y cuadros de Diego Valentín Díaz.
En julio de 2009 las dominicas se trasladaron al Monasterio del Corpus Christie y al de Porta Coeli, debido a una plaga de termitas y al mal estado de las instalaciones, estando expuestas sus mejores obras de arte actualmente en la iglesia de San Pablo.
En febrero de 2011 el Ayuntamiento dio conformidad para que el convento de Santa Catalina de Siena, pueda llegar a convertirse en hotel o incluso en parador nacional.
Finalmente fue el propio Ayuntamiento el que adquirió en 2019 todo el complejo conventual para dedicarlo a zona cultural y de esparcimiento.
Situado en una de las calles más emblemáticas de la antigua ciudad, todos los vallisoletanos esperamos poder disfrutar de este lugar, dentro de poco tiempo, y admirar sus bonitos rincones, que esperamos se conserven.
Fuentes consultadas:
"Valladolid Recuerdos y Grandezas" de Casimiro G. García-Valladolid.
"Guía de Arquitectura de Valladolid" dirigida por Juan Carlos Arnuncio Past
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