Siguiendo el curso del Carrión se llega por Lobera hasta Pedrosa de la Vega (Palencia), donde se puede visitar la Villa Romana de la Olmeda para conocer algunos aspectos de la vida cotidiana de los romanos en Hispania. Esta villa, situada a 60 km al norte de la ciudad de Palencia, fue descubierta en 1968, siendo declarada en 1996 Bien de Interés Cultural.
Desde su descubrimiento se continúa excavando en este gran yacimiento, el cual aún no se conoce en su totalidad. Además de la villa, la campaña de excavación se ha ampliado a dos necrópolis. La gran mansión de época romana se inició en el siglo I o II de nuestra era, aunque hay construcciones fechadas en el siglo IV. Precisamente en este siglo se cambia de uso del edificio central de la villa y se levanta uno nuevo a 200 metros al este del primitivo. Esta gran villa romana de dimensiones palaciegas posee múltiples estancias que nos permiten imaginar la cómoda vida del dueño de esta explotación agrícola, donde el gusto y la formación aristocrática del señor están claramente reflejados. Se trata de un gran edificio con dos partes unidas por un amplio pasillo. Estas partes son la vivienda propiamente dicha y la zona de los baños. Salvo los baños, las diferentes estancias de la gran casa se distribuyeron en torno a un patio. El edificio está flanqueado por dos torres cuadradas en la fachada norte y por dos torres octogonales en la fachada sur, que es la principal.
Dentro del yacimiento arqueológico destacan los valiosos mosaicos que cubren los suelos de diversas dependencias. Es éste el conjunto de mosaicos de mayores dimensiones existentes en un edificio romano de uso privado, no público. En ellos se representan motivos geométricos, vegetales y figurativos, logrando unas interesantes combinaciones cromáticas. En el "oecus" o gran salón, hay dos interesantes mosaicos figurativos. En la zona próxima a la entrada hay siete sangrientas y movidas escenas de cacería, tanto a pie como a caballo, donde aparecen leones, antílopes africanos, un gran jabalí, etc. Sobre esta escena de caza en la parte central de este gran salón se representa la historia mitológica que relata el descubrimiento de Aquiles, que vestido de mujer se ocultaba en la isla de Skyros, en el palacio del rey Licomedes. La reina Rea junto con seis princesas, entre las que está Deidamia, amante de Aquiles, acompaña al héroe en el momento en el cual Argites y Diomedes tocan las trompetas de guerra por mandato de Ulises. Por ello, Aquiles es descubierto de su disfraz de mujer, al empuñar las armas tras oír las trompetas de guerra. Rodea este bello mosaico una gran cenefa con medallas que alternan retratos masculinos y femeninos, casi todos jóvenes, realizados con teselas milimétricas, lo que ha llevado a plantear la posibilidad de que fueran retratos relacionados con la familia de Teodosio el Grande, el emperador nacido en Cauca (Coca, provincia de Segovia). Además de estos retratos, en las esquinas de la cenefa se encuentran representadas las cuatro estaciones del año: la Primavera con flores, (el Verano se ha perdido), el Otoño con uvas y el Invierno con un velo.
La visión de todo el conjunto de mosaicos de esta gran sala es espectacular, siendo su calidad y dimensiones difíciles de superar en otros yacimientos.
La villa romana era la base de la economía tardoimperial
En los dos últimos siglos del Imperio la aristocracia romana alcanza niveles de riqueza y prosperidad hasta entonces desconocidos. Esta circunstancia se revela, sin duda, en la opulencia de sus residencias rurales, las villas. Aunque en Hispania existían desde el cambio de era es ahora cuando manifiestan su verdadera condición como un conjunto de edificios en el campo con una doble función: explotación agrícola y residencia de su propietario.
La importancia de la villa radica en el hecho de que la tierra constituía la base de la economía romana y el punto esencial en el que sostener el prestigio social y poder político de su dueño. Ocio y negocio son las dos caras de una misma moneda. La residencia rural sostiene la posición económica de su propietario, al mismo tiempo que le proporciona un espacio de retiro y esparcimiento, lejos de la ciudad, donde cultivar sus aficiones y relaciones sociales.
No existen dos villas iguales pero todas aspiran a edificarse en las mejores condiciones bajo un clima saludable, agua abundante, ubicación adecuada y fértiles tierras. Desde el punto de vista de su organización espacial podemos distinguir entre la pars urbana o zona residencial, la pars rustica, dedicada a la actividad agropecuaria y la pars fructuaria, relacionada con el tratamiento y almacenamiento de los productos agrícolas y ganaderos.
Pero es en el área residencial donde el señor hace gala de su posición. El lujo en la vivienda es un indicador de competencia entre la aristocracia. Mosaicos figurativos y geométricos, espacios porticados de columnas y capiteles, colecciones de estatuas, pinturas, escenografías a base de cortinajes y alfombras, decoración marmórea, pequeño mobiliario de marfil y plata.
El número, amplitud y decoración de los ámbitos públicos y privados de la vivienda debe estar a la altura de la categoría y las responsabilidades políticas y sociales del aristócrata. Grandes patios ajardinados, sala de recepción, dormitorios, baños privados con circuito termal, comedores para el banquete, despachos y bibliotecas, un mundo dedicado a la auto representación y el boato construido sobre la abrumadora diferencia entre honestiores y humiliores, entre ricos y pobres.
Sin embargo, el mundo de las uillae del final del Imperio era un mundo en profunda transformación cultural, religiosa, económica y política. Y aquel modo de vida no pudo por menos que perecer. Las villas cambiaron su fisonomía y sus usos. Algunas se abandonaron definitivamente pero otras conocieron nuevos moradores, quizás los habitantes que antes bajo el dominio del señor cultivaban sus tierras y ahora ocupan la zona residencial con otras preocupaciones que no son sino las de subsistir. La Roma eterna había desaparecido, se abría una nueva época.

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Las entradas se pueden adquirir en la taquilla el día de la visita y también a través de la web con antelación. Si se adquieren a través de la web se tienen que recoger en la taquilla del yacimiento en Pedrosa de la Vega.
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La entrada para visitar la Villa Romana La Olmeda es válida para visitar después el museo de La Olmeda en Saldaña y viceversa.
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La adquisición de entradas no incluye reserva en una visita guiada. Los recorridos guiados se reservan a través del teléfono (+34) 979 119 997.
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No se permite el acceso 15 minutos antes del cierre.
Entrada Sencilla
(VR LA OLMEDA + MUSEO DE LA OLMEDA EN SALDAÑA)
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General: 5 €/u.
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Reducida*: 3 €/u. - Grupo de 10 personas o más; Escolares de ESO y Bachillerato mayores de 12 años; Estudiantes con carnet; Poseedores de Carnet Joven; Poseedores del Carnet de Amigos del Patrimonio; Jubilados; Pensionistas; Familias numerosas.
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Especial*: 1,5 €/u - Grupos de 8 estudiantes o más; Personal adscrito a instituciones museísticas; Profesores; Guías de turismo; Periodistas en el ejercicio de su actividad profesional; Miembros de Asociaciones Nacionales e Internacionales de Museos (ANABAD, APEME, ICOM, ICOMOS, AECA, AIEMA, etc.); Investigadores.
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Gratuita*: 0 €/u. - Niños hasta 12 años; Profesores o guías acompañantes de grupos, hasta 2 por grupo.
* Las causas de reducción en el precio de la entrada deberán acreditarse en la taquilla.
Entradas Conjuntas
(VR LA OLMEDA + MUSEO DE LA OLMEDA EN SALDAÑA + VR LA TEJADA)
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Entrada general: 6 €.
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Entrada reducida: 4 €*.
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Entrada especial: 2 €*.
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Entrada gratuita: 0 €.
Las causas de reducción en el precio de la entrada deberán acreditarse.
Las entradas conjuntas sólo se pueden comprar en las distintas taquillas de La Tejada, La Olmeda o el Museo de La Olmeda en Saldaña el día de la visita y en el horario de apertura de los tres recursos.
Algunos datos sobre Pedrosa de la Vega
Hablar de Pedrosa de la Vega es hablar de la Villa Romana de La Olmeda, o palacio de la antigua villa construida a mediados del siglo IV, con 3000 m2, planta alrededor de jardín, con cuatro galerías de mosaicos con 27 habitantes, 12 de ellas con mosaicos, con “hipocaustum” o sistema de calefacción subterránea dispuso de cuatro torres.
Destaca el gran mosaico de la gran sala “vecus” con leyenda cuando Ulises descubre a Aquiles disfrazado de mujer para evadir la guerra de Troya; al lado, parejas de ándes, representación de las estaciones del año, escenas de caza, etc.
Al lado, las recientemente excavadas termas, cementerio visigodo del Siglo VII y sobre él otro medieval del siglo XIV, etc. Pero se deben visitar también el museo de la iglesia de San Pedro de Saldaña, donde se guarda todo lo hallado.
Lobera era citada en la documentación de San Benito de Sahagún en tiempos de Ramiro II como “Laenna laperca”.
De esta villa era originaria la familia Lobera que en el siglo XVI reincidiera en San Cebrián de Mazote y más tarde se extendió a Galicia y Cuba. El rey Alfonso VIII, a finales del siglo XII, donó Lobera al monasterio de San Zoilo de Carrión.
Su iglesia parroquial, dedicada a San Andrés, es de ladrillo, de una nave cubierta con bóveda de arista, destacando en ella sus tres retablos neoclásicos; lado del Evangelio, Presibiterio y Epístola.
El topónimo de Villarrodrigo parece proceder del antropónimo germánico “Rudericas” o acaso se trate del rico hombre Rodrigo Rodríguez Girón que en los inicios del siglo XIII fundara el monasterio cisteriense de Santa María de la Vega. Aquí estuvo en 1808 un destacamento francés.
Pedrosa disponía a mediados del siglo XIX de 47 Habitantes, Gañinas de 78, lobera de 88 y Villarodrigo de 52 como municipio, Pedrosa tenía 635 habitantes en 1900, 652 en 1930, 738 en 1960, 364 en 2005 y 2968 en 2022, lo que significa que tiene está infectado este pueblo por el "virus de la despoblación y del envejecimiento" que si los poderes públicos no lo remedian acabarán con su existencia y se convertirá en un despoblado como ha ocurrido con tantos lugares medievales que fueron abandonados y poco a poco desapareciendo. Aún estamos a tiempo, señores políticos.