Hace años, muchos años, esperábamos al cartero con inquietud, con la inquietud y el desasosiego que avivan los primeros amores. Algunos fuimos muy dados a la relación epistolar, que tenía toda la magia que no tienen las redes: la espera, los sueños; la letra escrita a mano, cada rasgo, cada borrón.
Como le teníamos cogida la hora al cartero, salíamos a la calle aparentando que estábamos más a otros asuntos que al corazón, el disimulo necesario para no ser delatados; hasta que llegaba el Sr. Alejandro con su cartera y, con una sonrisa cómplice, te entregaba la esperada carta. Una carta de varios folios que leías y releías disfrutando cada palabra, cada silencio.
Desde hace un tiempo apenas se escriben cartas; muy pocas a mano y muy pocas se entregan personalmente.
Ahora miramos el buzón con otra inquietud y otro desasosiego: el que haya alguna carta, pues con seguridad será algún comunicado del banco o, peor, la notificación de una sanción de tráfico. No hay más. Estamos a décimas de que desaparezcan los buzones.
Por eso, cuando he visto una carta de Eva me he preocupado. Y no es para menos.
Me dice Eva que tiene 51 años y es paciente de oncología desde 2018. El diagnóstico es: “cáncer de mama con metástasis en Lumbar 2”, que la enferma superó.
Sigue la carta: “El 2 de enero de 2025 me dieron los resultados de unos análisis donde unos marcadores tumorales estaban altos, a la semana me los repitieron y seguían altos.
La oncóloga me solicita una mamografía y un TAC.
La mamografía me la hicieron el 11 de febrero y el TAC el 17 de febrero, la oncóloga me llamará el 4 de marzo, pero no es seguro que esté aún el informe de mi TAC.
Esto supone que después de dar unos marcadores tumorales altos han pasado más de dos meses para tener los resultados. Esto es un despropósito, estoy con tranquilizantes porque tengo mucha ansiedad”.
Aunque Eva se olvida de poner la fecha en su carta, el texto revela que esto está sucediendo ahora, en Ávila, en España, en el siglo XXI.
Se nos insiste continuamente en que la mejor lucha contra el cáncer es la prevención, adelantarnos a la enfermedad, poner remedio lo antes posible. Eso nos acercará al ansiado 70% de supervivencia. Claro que, si el enfermo hace su parte, pero el “sistema” no funciona, de poco sirve realizar con diligencia la primera fase del protocolo, la que ocupa al paciente.
Al parecer, contamos con los mejores oncólogos; pero, por lo que sea, no acabamos de disponer de suficientes recursos. Y en estos casos la demora, sea cual fuere su causa, puede ser determinante. No podemos estar dos meses con la incertidumbre del resultado de una prueba. Como vemos, cargamos al paciente con un problema añadido; en este caso, crisis de ansiedad que podrían resolverse con una mayor diligencia en esos protocolos.
A quien corresponda:
No se debe hacer demagogia con un tema tan delicado como la salud y tampoco se puede frivolizar con ello. Nuestros gobernantes, vistan el color que vistan, están para resolver problemas concretos; en este caso el de Eva, de todas las Evas que estén pasando por lo mismo. Y luego hablamos de muchos planes, proyectos, programas y tantas buenas intenciones que restan tiempo a quienes abundan en la burocracia y dinero a todos los ciudadanos.
Como dice Mafalda: “Que lo urgente no nos quite tiempo para lo importante”.
Javier S. Sánchez